Fue un gran matemático y un gran profesor pero a lo largo de su vida ha sido mucho más. En los últimos años Miguel se ha convertido en el referente obligado de los medios de comunicación ante cualquier tema o noticia que tuviera que ver con las matemáticas o con su enseñanza en nuestro país. Miguel era, de hecho, el abanderado de la popularización de las matemáticas en España. Y por esta ciencia, ponía no sólo su imagen, sino su palabra sensata y profunda, su tiempo y su entusiasmo allá donde le reclamasen.
Buena muestra son sus numerosos libros de carácter divulgativo, siempre a menos, atractivos e interesantes; buscando generar en el lector la curiosidad y la inquietud inteligente ante las matemáticas.
Pero su labor de divulgación de las matemáticas no se reduce a sus libros. Donde aflora el carácter polifacético y generoso de Miguel es en sus publicaciones a través de Internet. Como en otras tantas cosas Miguel fue un pionero de la utilización de Internet para extender el saber matemático.
El último pitagórico
Nos ha dejado el último pitagórico, quizás sea mejor decir el penúltimo. Porque Miguel de Guzmán estaba cautivado por el legado de los pitagóricos y no sólo por sus aportaciones matemáticas, ciencia de la que son padres y fundadores, sino también y sobre todo por su legado ético y moral. Código moral del que él mismo ha dado ejemplo vivo a lo largo de su dilatada vida profesional. Una vida profesional dedicada a la búsqueda de esa Armonía del Universo de la que somos partícipes y a cuya búsqueda estamos obligados como matemáticos y como hombres.